En países como España, Italia o Francia, por nombrar algunos, se utilizan con frecuencia las palabras “impuesto confiscatorio” para caracterizar los elevados impuestos que han sido establecidos o que tratan de implantar en Europa. Subidas de la progresividad fiscal sobre la renta, es decir, aumento porcentual del impuesto dependiendo de los ingresos brutos anuales, hasta llegar a niveles insospechados y quizá inexplicables, en algunos casos superiores al 70%, se dan lugar en la región.
Cuando se habla de “impuesto confiscatorio” no se está diciendo en realidad nada específico, ni es ningún término que tenga algún tipo de basamento legal o doctrinario. No existe tal confiscación, ya eso equivaldría a que el Estado se apropie del 100% del patrimonio o la renta del ciudadano, es más un adjetivo coloquial mediante el cual las personas muestran su indignación, algo que se ha ido generalizando con el paso de los años como sinónimo de excesivo o elevado. La siguiente pregunta que nos viene a la cabeza es: ¿En qué momento un impuesto pasa a estar por encima del límite de lo “normal” y se considera demasiado elevado o “confiscatorio”?.
Casi siempre, cuando se abren debates fiscales sobre los tipos de gravamen, se deja de lado el debate sobre las bases impositivas, que es de donde parte realmente la aplicación de un tipo que pueda ser considerado excesivo para los ciudadanos.
En sistemas fiscales de tipos impositivos generalmente elevados, los potenciales contribuyentes sujetos a estos tributos se han organizado de forma que su base impositiva sea muy inferior a la real, de forma que cuando toca aplicar un 55%, por ejemplo, este se gira sobre un importe declarado que es muy inferior al real. Luego, también tenemos personas que que su base imponible real sea muy superior, a lo que dicen, y aunque mantengan el pago al 55%, ese tipo de gravamen se acaba convirtiendo en un 40% o incluso menos.
Debido a lo anterior, una de las principales críticas que se le suelen formular a los tipos de gravamen muy elevados, es que fomentan la evasión fiscal, la economía oscura, los fraudes al sistema, y cualquier tipo de artimaña legal (o no) para buscar situaciones que beneficien al contribuyente por encima de cualquier interés del Estado. Todo esto hace que la capacidad recaudatoria real de los países con impuestos más altos tienden a ser inferior a la de países con porcentajes menos elevados, ya que en los segundos los ciudadanos sienten que están pagando algo más “justo” y evaden menos impuestos. Para ver el alcance del problema, en Francia por ejemplo, hay más de 10.000 emigrantes fiscales que se han ido sumando a la lista de exiliados tributarios desde que el Gobierno de Mitterrand empezó a apretar con el Impuesto sobre el Patrimonio y se estima que ha reducido la capacidad recaudatoria del Estado francés en unos 3.000 millones de euros anuales además de desviar recursos de ahorro por una cuantía no inferior a los 100.000 millones de euros.
Autor: Joseph Cruz.